Pues fue para mí como estar en una gloria ver poner el
Santísimo
Sacramento y que se remediaron cuatro
huérfanas pobres (porque
no se tomaban con dote) y grandes siervas de
Dios, que esto se
pretendió al principio, que entrasen personas
que con su ejemplo
fuesen fundamento para en que se pudiese el
intento que
llevábamos, de mucha perfección y oración,
efectuar, y hecha una
obra que tenía entendido era para servicio
del Señor y honra del
hábito de su gloriosa Madre, que éstas eran
mis ansias.
Y también me dio gran consuelo de haber hecho
lo que tanto el
Señor me había mandado, y otra iglesia más en
este lugar, de mi
padre glorioso San José, que no la había. No
porque a mí me
pareciese había hecho en ello nada, que nunca
me lo parecía, ni
parece. Siempre entiendo lo hacía el Señor, y
lo que era de mi parte
iba con tantas imperfecciones, que antes veo
había que me culpar
que no que me agradecer. Mas érame gran
regalo ver que hubiese
Su Majestad tomádome por instrumento -siendo
tan ruin- para tan
gran obra.
Así que estuve con tan gran contento, que
estaba como fuera de
mí, con grande oración.