Bienaventurado eres, peregrino, si descubres que el camino te
abre los ojos a lo que no se ve.
Bienaventurado eres, peregrino, si a lo largo del camino has
encontrado compañía, otros que han decidido caminar contigo hasta el fin.
Bienaventurado eres, peregrino, si en el camino has recorrido la
senda del silencio y la soledad y en ellas te has encontrado con Dios.
Bienaventurado eres, peregrino, si en el camino has cargado con
otra herida que no es la tuya, con otro peso que no es el tuyo, con otra vida
de que el camino te ha hecho responsable.
Bienaventurado eres, peregrino, si has dado un paso atrás para
ayudar a otros, si has esperado al que se retrasa, si has animado al abatido.
Bienaventurado eres, peregrino, si en el Camino buscas la Verdad
y la Vida y la encuentras en Jesucristo y en su Evangelio.
Bienaventurado eres, peregrino, si el corazón se llena de
gratitud ante el don que recibes de continuo.
Bienaventurado eres, peregrino, si el camino te ha hecho
paciente y humilde contigo mismo y con los demás.
Bienaventurado eres, peregrino, si has hecho el camino de la Paz
verdadera con todo hombre que has encontrado y has dejado tras de ti un signo
de la Bondad del mismo Dios.
Bienaventurado eres, peregrino, si el camino te ha mostrado lea
paradoja de la vida, la noche y el día, la lluvia y el sol, la tristeza y la
alegría, y todo lo has acogido convirtiéndolo en ofrenda de vida.
Bienaventurado eres, peregrino, si el camino te ha dado a
comprender que se llega al gozo de la meta a través de la senda de la cruz, de
la renuncia, de la pérdida de la vida...
Bienaventurado eres, peregrino, si has recibido por serlo un
desprecio y has respondido con una bendición.
Bienaventurado eres, peregrino, si el camino te ha enseñado que
empieza cuando se acaba.
María del Prado González Heras, Agustina contemplativa